Los Ponce somos un poco piedras: Nos cuesta regalar palabras o gestos de ternura y nos atragantamos con nuestra propia saliva cuando queremos hablar de sentimientos. Por eso fue que a mi viejo y a mí se nos llenaron los ojos de lágrimas, pero casi no pudimos hablar cuando me regaló la medalla que sus amigos más queridos, hoy casi todos difuntos, le dieron a él cuando cumplió los 50, allá por 1977. Fue el día que me celebraron los 50 años. Sin muchas palabras, nos entendimos a través de nuestros ojos vidriosos y nuestras anudadas gargantas.
Recibí la medalla como los futbolistas reciben la copa FIFA, los ciclistas el suéter quetzal y los atletas el fuego olímpico: sabiendo que tengo que cuidarla y entregarla a alguno de mis hijos cuando cumpla 50. Quién sabe si voy a vivir tanto tiempo...
A lo mejor hubiera debido decirle mi papá lo que ha significado para mí y para todos mis hermanos, de sangre y de crianza, su presencia durante todos estos años. Pero es que, de veras, no podía hablar. Ni siquiera para decir "es un gran tipo mi viejo...", como empieza la famosísima canción de Piero, extraordinaria declaración de amor al padre en un mundo dominado por el complejo de Edipo. Me hubiera dado mucho gusto dedicársela a mi propio viejo ese día, pero nadie se sabía la letra. Por eso es que ahora, por escrito, le estoy dando rienda suelta al río de sentimientos que se desataton entonces.
La influencia de mi padre sobre mí empezó cuando donó su cromosoma " Y " para que yo me llamara Gustavo Adolfo, como el galán de las radionovelas que oía mi madre en su radio Hitachi con forro de cuero café, y no María Eugenia, que era el nombre que me tenían preparado, junto con el cuarto y la cuna rosados en la clínica de ese doctor con nombre de baile en la que nací.
Después vinieron los años de dominio materno. Éramos una familia tradicional, en la que el papá salía a trabajar para ganarse el pan con el sudor de la frente, y la mamá permanecía en casa administrando el patrimonio familiar y cuidando a los hijos, que crecimos sanos y contentos bajo la mano suave pero firme de mi madre, de quien les platicaré en otra ocasión. En esa época mi padre me parecía un señor muy alto, muy serio, y de pocas palabras, cuya presencia en la mesa familiar apagaba la algarabía tan común cuando estábamos a solas con mi madre. Nos turnábamos para lustrar sus zapatos y temíamos que algún día se cumpliera el "le voy a decir a tu papá" que a veces pendía sobre nuestras cabezas como espada de Damocles.
En esos días el principal contacto entre mi papá y yo se dió a través del escritorio de caoba que fue de mi abuelo, luego de mi padre, y ahora es mío. Registraba las gavetas a escondidas, casi sin respirar, admirando con devoción religiosa tesoros como los lápices verdes, sin borrador, seguramente hechos para gente que nunca cometía errores. Eran verdaderas obras de arte, descendientes directos de los lápices que desde la época de Leonardo da Vinci se fabricaban con la madera de los bosques y el grafito de las minas del Conde de Faber Castell. Pasaba la mano por el borde liso, muy liso, de esas misteriosas escuadras Keuffel & Esser que no tenían escalas ni números, seguramente fabricadas para gente que sabía medir con la mirada. Admiraba la perfección del juego de compases y tiralíneas Kern, que me parecían los instrumentos con los que Dios había dibujado los planos originales del universo. Revisaba libros y cuadernos y me prometí que algún día, cuando terminara de leer "Mis Primeros Conocimientos", estudiaría el Álgebra de Salinas y Benitez, el Tratado Popular de Física de Kleiber & Karsten y El Arte de Proyectar en Arquitectura de Neufert para llegar a ser tan sabio como mi papá. Todavía me emociona tocar mi viejo escritorio, y constatar que en algún momento mis hijos se dieron a la tarea de registrar las mismas gavetas y quizá experimentaron la misma emoción, mezcla de curiosidad, reverencia, y miedo a ser descubierto.
Me gustaba sentarme al lado de mi padre cuando trabajaba sobre planos y cálculos tan nítidos. Decidí entonces que yo tambien trabajaría en ingeniería, y empecé por escribir con "letra de ingeniero", lo que me costó no pocos regaños de maestros convencidos de que los caballeros debían aprender a escribir con letra de carta con el método Palmer, y que la letra de molde era cosa de bellacos y malcriados. También me gustaba sentarme con mi viejo y sus amigos durante las fiestas y los días de campo; comerme las boquitas y tomar coca-cola, pero sobre todo oír las conversaciones de los grandes y sentirme uno de ellos. Recuerdo a Neto Molina, Víctor Cordón, Rafa Leonardo, Wasji Diab y a otros de sus amigos con afecto y nostalgia, como si hubieran sido mis amigos y no los suyos.
De mi padre aprendí a pasar la cinta de la grabadora por el bosque de palanquitas y cilindritos que la llevaban hasta el otro carrete, a remendar las cintas haciendo cortes en diagonal, y a sujetar los discos poniendo un dedo en el hoyito de enmedio y el otro en la orilla para no ensuciar la superficie; a hacer el nudo de la corbata y otros rituales masculinos cuando ya sentía que se me estaban secando las alas y quería volar por mi cuenta.
Y, como a todo mundo, me llegó la época en la que me creí superior a mi papá. Descubrí mi propia vocación y nunca estudié ingeniería. No necesitaba lápices ni instrumentos porque no tenía que hacer planos, aprendí el álgebra y la física de libros más modernos, me aficioné a los casettes, adopté como uniforme los caites y el chalequito blanco que Napo me trajo de Ecuador, y salí a conquistar el mundo sin corbata, que al fin y al cabo era cosa de burgueses.
Allí, en el mundo, me encontré de nuevo con mi papá, a través de las personas que le conocían desde antes de que yo naciera. Me enteré que había sido el mejor estudiante de ingeniería en su grupo, y que la opaca medallita del premio "Unión y Labor" que aún habita en su estudio era un reconocimiento a tal logro. También me contaron que había destacado en las regatas, el volibol y el boliche y que había competido en otros países como seleccionado nacional. Y que el "Popo" Ponce era un ingeniero muy respetado, de los pocos que sabían integrar y con una ética profesional a prueba de fuego. Gran bebedor y pésimo bailarín, todo un león para dormir y roncar. Con los primeros fracasos tuve que tragarme el orgullo y pedir su apoyo, y descubrí que mi padre aún era fuerte y sabía muchas cosas de la vida que yo ignoraba. Me faltaba mucho por aprender, pero ya no de mi madre. De la misma manera que un padre, por dedicado y cariñoso que sea, no puede enseñarle a una hija los secretos de la femineidad, una madre no puede enseñarle a un hijo a ser hombre. Para eso se necesita un padre. Y allí estaba mi viejo, renovado ante mis ojos, y mucho más cercano, más camarada, gracias al pegamento indisoluble que da cohesión a la famiila: el licor.
Dicen que uno de los primeros signos de envejecimiento es que uno se mira en el espejo y ve a un señor muy parecido a su papá. Me pasó hace muchos años, pero no tantos. Ya había vivido lo suficiente para saber que la vida no es tan fácil y que yo la estaba enfrentando con éxito gracias en buena parte a la presencia silenciosa y constante de ese hombre tan parecido al del espejo. Y me sentí orgulloso de parecerme a él hasta en la forma de regañar a los hijos y hasta en los defectos y los errores.
Y ahora, cuando vamos "cuesta abajo en la rodada", como dice algún tango, mi viejo sigue siendo un ejemplo para mí por su presencia de ánimo y sus deseos de trabajar y vivir a pesar de que su salud y su fortaleza ya no son las de antes, de que se le olvidan las cosas y de que a veces se pelea con un pedazo de pita porque no puede deshacer un nudo cuando se le tuercen los anteojos. Y cada día lo quiero más y siento ganas de decírselo, pero mejor lo escribo porque si trato de decirlo me atraganto con mi propia saliva y no puedo hablar. Es que los Ponce somos un poco piedras para eso...
3 comments:
Hola vos Gordo, soy yo otra ves Ricardo Cifuentes ( TIBURON ) fijate me identifique con vos en este articulo sobre tu papa, tuve la gran dicha de tambien de tener un gran viejo, como creeo todos los de la promo , y tambien le decia "Viejo" pero siempre con respeto. fijate q me gustaria pedirte un gran favor ya que vos como escritor y profecional que sos en estos medios, resulta que mi Bisabuelo de nombre Don Calicsto Mendizabal, el fue un General, en los aÑos del presidente Cabrera , creeo, y lo unico que recuerdo de el , es una gran foto en la sala de mi abuelita, donde parecia con unas grandes medallas y juna gran barba, me parece que lo envenenaron para q no se tirara a presidente o algo asi,bueno pues pense que si algun dia tuvieras algun tiempo libre , aunque se que sos un hombre muy ocupado, pero si se diara el caso, indagaras sobre su historia o me dieras un teap o link donde yo pidiera saber su historia, se te agradeceria de corazo. bueno mi recordado cuate de los 70`sde los Golden Years, gracias una ves mas por compartir estos logs con cuates, desde Atlanta, Ga. mis sinceras felizitaciones, y disculpame por mi ortografia, pero como recordaras, los que nos sentavam os hasta atras de la clase y al lado al chepe zea, Duarte, Portillo, Carlos Castro, el Poncho Cervantes, ni a palos con lenguaje espaÑol, bueno casi todas las materias. sinceramente: Ricardo Cifuentes.
Apreciado Colega "Mr. Gordo"
No sabes la gran alegria y a la vez lo afortunado y orgulloso que me has hecho sentir despues de haber tenido la oportunidad de leer tan elocuentes y hermosas anecdotas fehacientes, realistas y honestas de tu persona hacia tu querido progenitor. Caballeros como tu persona son tan dificiles de encontrarlos en estos tiempos que estamos viviendo donde se han perdido los principios,valores humanos,etica profesisonal y sobre todo lo espiritual que es lo que hace que Dios lo mantenga al ser humano creciendo y formandose. Sin duda alguna, tanto tu persona como tus hermanos que del que me acuerdo es del "Vampiro" que era companero de mi hermano Doctor Luis Alfonso Loza Corado que radica y ejerce en Guatemala. Te vuelvo a felicitar por tan hermoso gesto humano y paternal; hago incampie en esta area ya que en estos tiempos el interez y la codicia ha hecho cambiar a muchos que en vez de agradecer y darle gracias al TodoPoderoso en tener la dicha y gloria de aquellos que son afortunados en tener tanto a ambos padres o si al caso a unode los dos vivos, tratan a toda costa de mirar sus propios intereses y muchas veces el mensaje que se percibe es de ver como se "quiebran al muerto" para tomar posesion de lo material que a mi entende,nunca les costo absolutamente nada. Primero Dios uno de estos meses, quizas para la reunion de la promocion XXVI este ano si no me equivoco la celebran los muchachos en Octubre tendre la oportunidad de volver a estrechar tu mano,la de tu senor padre asi como el resto de los "Boys". Salud, querido "brother" sigue adelante que Dios te dara licencia para continuar con tu tarea tan admirable en esta vida. Tu amigo de siempre.
Dorian Hugo Loza,DBA
"El Equanime"
Boston, Massachusetts
Hola Dr. Encontré un una reflexion muy buena acerca del valor de la educación y de la ignorancia.
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